Puede gustar más o menos. Se la puede tener una tirria
inexplicable o procesarle un amor contra viento y marea. Pero caben pocas dudas
de que Madonna, al margen de que sea o no una ambición rubia, ha marcado muchas
de las pautas que, todavía hoy, rigen la música pop.
Cada uno de los diez discos de estudio que ha lanzado
poseía un toque de innovación. Podría decirse que mientras los demás daban
pasos temblorosos, Madonna ya estaba en el pueblo siguiente. Por eso se
esperaba que este ‘American Life’ fuera la muestra de hacia dónde irá la música
del futuro. No ha podido ser. Más bien parece que a la cantante estadounidense
con residencia actual en Londres le ha entrado un sorprendente miedo, lo que le
ha llevado a permanecer en el mismo sitio en el que se situó con su anterior
álbum, ‘Music’.
‘American Life’ tiene todo lo que se le puede pedir a un
disco de Madonna: ritmo, estribillos contagiosos, buena voz (cuando no aparece
distorsionada, claro) y modernidad a raudales. Aun así, es un disco que, tras
escucharlo varias veces, genera cierta sensación de desencanto. Y es que una
cosa es utilizar la música electrónica y otra abusar de ella. Por mucho que
haya querido disfrazar algunos temas con guitarras acústicas (que cobran pleno
protagonismo en ‘X-Static Process’), la cosa no acaba de funcionar.
Las similitudes entre las canciones de ‘American Life’ y
las de sus discos anteriores a veces son, simplemente, escandalosas. En vez de
ir una por una, puede recurrirse a ‘Nothings Fails’, tal vez el mejor ejemplo
de lo que se trata de decir. ¿No es tremendamente similar la guitarra del
comienzo a la que impregna al ‘Don’t Tell Me’ de ‘Music’?). Y esos coros gospel
de la parte final… ¿no es el mismo recurso que utilizó en ‘Like A Prayer’?
Lo peor no es eso, sino la falta de unidad del disco.
Aparte de que tanto petardeo electrónico acaba levantando dolor de cabeza,
canciones como ‘X-Static Process’ o ‘Die Another Day’ son tan diferentes que
acaban desconcertando. Claro que no es lo único. Porque concluye el álbum y a uno
se le acumulan las preguntas: ¿quién habrá recomendado a Madonna flirtear con
el rap en las canciones ‘American Life’ o ‘Mother & Father? ¿Por qué ese
placer en distorsionar su voz, como en ‘Nobody Knows Me’? ¿Era necesario meter
el relleno la más que prescindible ‘Die Another Day’? Demasiadas preguntas para
un solo disco.
Se esperaba más, mucho más, de un álbum que a las pocas
escuchas termina desterrado a ese lugar ignominioso de la discoteca particular
en la que se alojan los trabajos que, sin ser malos, no terminan de convencer.
FUENTE: Zona Musical