Esta semana se inaugura, en el Hotel W de Times Square en
Nueva York, una exposición de fotos que muestran a una jovencísima Madonna
antes de alcanzar la celebridad planetaria: 'Madonna: a Transformational
Exhibition'.
En una época en que las estrellas y aspirantes a
estrellas se visten de pies a cabeza según el gusto de sus estilistas, estas
fotos son la prueba de que la reina del pop nunca necesitó de nadie para crear
un estilo propio y dejar su marca en una época, en este caso, el principio de
la década de los 80. "Ella era una chica que andaba dando vueltas por
Nueva York, tratando de conseguir una oportunidad", recuerda Richard
Corman, quien captó esos instantes. Él mismo era un aspirante a fotógrafo y
recuerda que le impactó su estilo "totalmente único en ese momento".
Gran parte de aquella sesión tuvo lugar en la terraza del
destartalado edificio del Lower East Side donde ella vivía, y donde solía
juntarse con los niños del barrio para cantar y bailar. "Adoraba a esos
chicos y ellos la adoraban", recuerda.
Corman señala que Madonna, entonces Luisa Ciccone, no se
arregló de manera especial para las fotos, sino que se vestía así cada día, con
sus jeans rasgados, su brazos cubiertos de pulseras punk, su maquillaje
esfumado y las raíces del pelo oscuras, un verdadero "pecado" en la
época.
Madonna alcanzaría la celebridad en 1984 gracias a su
segundo álbum 'Like a Virgin' y al film 'Desperately seeking Susan' junto a
Rosanna Arquette. A partir de entonces, surgieron sus fans y las calles de las
grandes ciudades americanas se llenaron de chicas que se vestían como ella,
conocidas como las 'wannabe' (quiero ser como Madonna). Pero una vez que esto
ocurrió, la camaleónica Madonna, siempre un paso por delante, ya había
cambiado. Algo que sigue haciendo desde entonces.
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