lunes, 22 de abril de 2013

Madonna – “American Life”




Puede gustar más o menos. Se la puede tener una tirria inexplicable o procesarle un amor contra viento y marea. Pero caben pocas dudas de que Madonna, al margen de que sea o no una ambición rubia, ha marcado muchas de las pautas que, todavía hoy, rigen la música pop.

Cada uno de los diez discos de estudio que ha lanzado poseía un toque de innovación. Podría decirse que mientras los demás daban pasos temblorosos, Madonna ya estaba en el pueblo siguiente. Por eso se esperaba que este ‘American Life’ fuera la muestra de hacia dónde irá la música del futuro. No ha podido ser. Más bien parece que a la cantante estadounidense con residencia actual en Londres le ha entrado un sorprendente miedo, lo que le ha llevado a permanecer en el mismo sitio en el que se situó con su anterior álbum, ‘Music’.

‘American Life’ tiene todo lo que se le puede pedir a un disco de Madonna: ritmo, estribillos contagiosos, buena voz (cuando no aparece distorsionada, claro) y modernidad a raudales. Aun así, es un disco que, tras escucharlo varias veces, genera cierta sensación de desencanto. Y es que una cosa es utilizar la música electrónica y otra abusar de ella. Por mucho que haya querido disfrazar algunos temas con guitarras acústicas (que cobran pleno protagonismo en ‘X-Static Process’), la cosa no acaba de funcionar.

Las similitudes entre las canciones de ‘American Life’ y las de sus discos anteriores a veces son, simplemente, escandalosas. En vez de ir una por una, puede recurrirse a ‘Nothings Fails’, tal vez el mejor ejemplo de lo que se trata de decir. ¿No es tremendamente similar la guitarra del comienzo a la que impregna al ‘Don’t Tell Me’ de ‘Music’?). Y esos coros gospel de la parte final… ¿no es el mismo recurso que utilizó en ‘Like A Prayer’?

Lo peor no es eso, sino la falta de unidad del disco. Aparte de que tanto petardeo electrónico acaba levantando dolor de cabeza, canciones como ‘X-Static Process’ o ‘Die Another Day’ son tan diferentes que acaban desconcertando. Claro que no es lo único. Porque concluye el álbum y a uno se le acumulan las preguntas: ¿quién habrá recomendado a Madonna flirtear con el rap en las canciones ‘American Life’ o ‘Mother & Father? ¿Por qué ese placer en distorsionar su voz, como en ‘Nobody Knows Me’? ¿Era necesario meter el relleno la más que prescindible ‘Die Another Day’? Demasiadas preguntas para un solo disco.

Se esperaba más, mucho más, de un álbum que a las pocas escuchas termina desterrado a ese lugar ignominioso de la discoteca particular en la que se alojan los trabajos que, sin ser malos, no terminan de convencer.


FUENTE: Zona Musical

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